Una de las cuestiones que más dolores de cabeza genera dos veces al año es el cambio de hora. Un proceso por el que dos veces al año todos los relojes se adelantan o atrasan, haciendo que los horarios se adapten al verano o al invierno, o eso se pretende.
En los últimos años estos camios han generado verdaderos y encendidos debates, que no llegan a conclusiones demasiado halagüeñas. Existen una especie de consenso en que los cambios de hora no generan los beneficios económicos que en su momento fueron la base para esta medida, pero muy pocos gobiernos se han atrevido a realizar estos cambios.
De hecho, cada año salen nuevos estudios que hablan de los efectos negativos para la salud de estos cambios, así como otro tipo de estudios que también determinan la poca diferencia económica que conlleva el cambio de hora.
Cada uno con su hora
No siempre ha existido una hora y una forma de organizar el tiempo estandarizada y similar para todo el mundo, de hecho, que la humanidad sea capaz de «controlar» el tiempo es algo relativamente nuevo.
En 1800 cada provincia de España tenía su propia hora, y no solamente se basaba en horas, también se podían encontrar en diferencias en cuestión de minutos, ya que la hora se determinaba por la situación geográfica de la capital de provincia.
Este factor, que podía exportarse a cualquier punto del mundo, era un buen sistema para conseguir que ese territorio estuviera sincronizado con el movimiento real de la tierra, y por tanto, adaptado a su posición en el globo de forma correcta. Así era en cualquier punto del planeta.
Pero como todo, tenía sus puntos negativos, básicamente que para sincronizar servicios como los ferrocarriles se hacía necesario un sistema que no tuviera en cuenta minutos, y que además, fuera estándar en todo el mundo.
Los ferrocarriles como eje vertebrador del tiempo
Fue en 1840 cuando las compañías de ferrocarril de Reino Unido quisieron buscar un sistema que unificara todo el sistema, ante todo por el elevado numero de accidentes que podía conllevar no saber cuando llegaba un tren a una estación, y por tanto, que cambios de agujas se debían hacer. Fue entonces cuando se estableció la hora de Londres como oficial.
Otros países siguieron el ejemplo: en Francia la hora de París, en Alemania la hora de Berlín, y así con otros tantos. Pero el problema eran aquellos países que eran tan grandes que estaban en husos horarios diferentes, por ejemplo Estados Unidos, que establecieron solamente 4 husos horarios diferentes en todo el país en 1853, que causaron múltiples accidentes en los ferrocarriles con tal cantidad de muertos y heridos que decidieron repensar todo el sistema.
En España la hora oficial fse estableció en 1900, siguiendo el meridiano de Greenwich que pasa por Aragón. Hasta ese momento, la hora oficial suponía una diferencia de unos 15 minutos con Madrid y otros 9 con Barcelona.
El cambio de hora
En plena edad del oro de la ciencia como método para cambiar viejos costumbres, y dónde la modernidad debía cambiarlo todo, se consideró que el movimiento de la tierra comportaba que los días se hacían más cortos o largos, y que por una cuestión económica lo mejor era adaptarse a ellos, pero claro, en vez de levantarnos antes o después, pensaron que era más práctico cambiar todo el horario.
Fue Benjamín Franklin en el siglo XVIII uno de los primeros en popularizar la idea de que con un cambio de hora se podría ahorrar mucho dinero en aceite para las lamparas. A estas tesis se fueron uniendo personas «modernas» como por ejemplo el astrónomo y entomólogo neozelandés George Vernon Hudson a finales del siglo XIX y mucho más tardes, ya en pleno 1907, el famoso y magnate constructor inglés William Willet.
Una medida excepcional
Pero hasta ese momento solamente era una idea algo alocada de algunas personas. Hay que pensar que algunas ideas que ahora nos parecen de lo más normal se dieron en aquella época buscando aumentar la eficiencia y productividad. Por suerte otras muchas no se llevaron a cabo, por ejemplo en Francia y otros muchos países se prohibieron durante algunos años las persianas en las ventanas, porque se consideraba que hacían a los trabajadores más vagos al alargar el sueño unas horas. Cosas así.
Con todo, la idea del cambio de hora jamás se le pasó por la cabeza a nadie serio, pero con el estallido de la primera guerra mundial, la búsqueda de la máxima eficiencia y productividad para el esfuerzo de guerra en la primera contienda industrializada a gran escala de la historia, aquellas ideas locas de golpe tuvieron algo más de sentido.
Así, en medio de la primera guerra mundial Alemania decidió implementar el cambio de hora para ganar una hora de luz en sus fabricas ahorrando carbón y energía. El ejemplo rápidamente se extendió entre otros tantos países, a España llegó este cambio en el 1918.
Pero esa una medida excepcional, cuando finalizó el período bélico la mayoría de países volvieron al sistema sin cambio de hora. Hasta una nueva crisis…
En la crisis de los años 70 por la subida del valor del petroleo, muchos países hicieron verdaderos esfuerzos para conseguir reducir el consumo de energía, fue entonces cuando volvió a la palestra la idea de los cambios de hora, y de esta forma, uno a uno fueron cambiando el horario.
De hecho, existía un caos tan enorme, que cada país cambiaba la hora en fechas diferentes, cosa que llevó a tener que unificar el criterio. Una de las razones de ser de la entonces Comunidad Económica Europea fue justamente unificar este tipo de temas que representaban un caos europeo de primer nivel.
Pero a diferencia del periódico bélico, esta vez los países no volvieron al sistema sin cambios, y continuaron con él hasta nuestros días, un cambio de hora que genera discusiones encendidas dos veces al año, porque en el fondo, no hay informes certeros que demuestren de su efectividad en nuestra economía actual, y en cambio, si se han demostrado efectos negativos en la salud.
No todos los países hacen cambios de hora
Curiosamente, poco a poco algunos países han ido dejando de lado el cambio de horario, y de hecho, se han ido centrando en el verdadero problema: los husos horarios.
Países como Rusia dejaron de aplicar el cambio de hora, en el 2011, y en cambio ampliaron los husos horarios de su territorio, haciendo que el horario sea mucho más coherente con la posición geográfica, con los beneficios que eso representa en todos los sentidos.
También otros muchos países no realizan cambios de horario porque no tiene sentido. Aquellos que están situados justo en el ecuador del planeta no notan cambios en la durada de los días, cosa que comporta que les da igual cambiar o no. Tampoco tiene demasiado sentido aquellos que esta situados en los polos, ya que los cambios suelen ser tan bruscos que tampoco va de una hora, y no tienen afectación en su vida diaria.
De hecho, en el mapa puedes observar como no todos los países realizan ese cambio de hora.